Cabreo en Panamá
25 Ago 2022
Tres claves para contar el cambio climático en Centroamérica
07 Dic 2022

Radiografía del clientelismo político en la Asamblea Nacional

¿Cuál es el origen de los recursos que garantizan el clientelismo político en Panamá? ¿La Asamblea se independizó del país? ¿Por qué la influencia de los diputados, como termitas, parece alcanzar todos los órganos del Estado? Primera entrega de un viaje al lado oscuro de la política criolla.

Imagínese: el Palacio Justo Arosemena, sede de la Asamblea Nacional, se desprende de la tierra y se eleva como un platillo volador. Raúl Pineda y Jairo Bolota Salazar (ambos del PRD) saludan desde las ventanas mientras los panameños azorados no entienden qué pasa.

En los medios se anuncia lo increíble: la Asamblea Nacional se independizó, se desprendió del país. Se convirtió en un ente autónomo, que gobierna para sí mismo alimentándose de los recursos de lo que alguna vez se llamó Panamá.

En este futuro distópico, el presidente de la Nación, tembloroso, les pide por favor que regresen. Los diputados le hacen bullyng. La diputada de Cambio Democrático (CD), Yanibel Ábrego, se asoma por la ventana y le recuerda la realidad: “Aquí mandamos nosotros”.

Puede sonar exagerado, pero los últimos acontecimientos confirman lo que desde hace tiempo se vislumbra: la Asamblea Nacional tomó al país de rehén y sus miembros se perciben a sí mismos no ya como diputados, sino como los dueños del Estado.

Las denuncias en relación a los millonarios préstamos para estudios que el IFARHU le concedió a familiares y amigos de los diputados son solo una muestra más de lo que se ha convertido en norma en el país: diputados que se adueñan de los recursos públicos para su beneficio privado.

¿Por qué pueden hacerlo? ¿Cuál es su poder? ¿Cómo se construye? ¿Cómo fue que la Asamblea dejó de estar dividida en bancas que representan a los partidos para ser un solo grupo sólido cuyo objetivo se redujo a garantizar las estructuras sociales y recaudatorias que les permitan sostener su Curul? Para entender esto es necesario hablar del clientelismo estructural. Bienvenidos al tren fantasma.

El lado oscuro de la fuerza

Los politólogos Cas Mudde y Cristóbal Rovira Kaltwasser definen el clientelismo político como “un modo particular de intercambio entre grupos de electores y políticos, gracias al cual los votantes obtienen bienes (pagos directos o acceso privilegiado a empleo, bienes y servicios , por ejemplo) a condición de que apoyen a un patrón o partido”. Los diputados son quienes articulan esta relación entre el dinero público y la población.

No se discuten ideas ni modelos de país, todo se reduce al “¿qué hay pa’ mí?”. ¿Qué hay pa’ mí?, preguntan los electores antes de votar, y ¿qué hay pa’ mí? preguntan los diputados antes de aprobarle leyes al Ejecutivo o a los empresarios.

Se ha visto hasta el hartazgo en cada campaña, en cada Navidad: políticos arrojando dinero desde helicópteros, montañas de jamones para las fiestas, juguetes para los niños, colchones y hasta refrigeradores; pagos de funerales, quinceaños, arreglos de casas, materiales de construcción y, más que nada, empleo público. Es una danza coordinada en la cual se malversan los recursos públicos y se contamina la discusión pública.

El clientelismo atenta contra la democracia porque pervierte el sentido de la administración. Lo que vemos hoy en Panamá, y sobre todo en la Asamblea, son básicamente las consecuencias de décadas de estas prácticas.

El señor de los jamones. Sergio ‘Chello’ Gálvez se cambió de partidos pero no de métodos. | Foto: Gentileza La Prensa.

“Para entender el poder de los diputados, debes entender una característica estructural y es cómo son elegidos”, analiza el politólogo Harry Brown Araúz, director del Centro Internacional de Estudios Políticos y Sociales (CIEPS). “Las reglas electorales generan incentivos para el clientelismo”, dice, porque “los circuitos son pequeños y los candidatos se financian sin apoyo de los partidos, lo que hace que puedan tener relaciones personales con sus electores en lugar de tener una relación a través de la organización”.

Así, si ganas los votos, ganas un lugar sin deberle nada a tu partido. “En todo caso le debes a quienes te financiaron y a tus electores”, concluye Brown Araúz.

Y quienes financian quieren contratos con el Estado y quienes dan su voto, favores. Si el diputado quiere seguir en el juego, debe cumplirles. A esto se lo llama clientelismo estructural.

Ahora la situación llegó a tal punto que los diputados ocupan en las comunidades el lugar que debería ocupar el Esado. Si hay un problema, no se llama al representante, no se llama al alcalde, ni siquiera a un ministro: se llama al diputado porque el diputado, cómo sea, resuelve.

El prototipo

La palabra cliente viene del latín y significa acatar, obedecer. En la antigua Roma, el cliente era el individuo de rango socioeconómico inferior que se ponía bajo el patrocinio de un patrón. Es decir, el clientelismo es tan viejo como la política.

Si saltamos de Roma al inicio de esta Asamblea panameña luego de la invasión, podemos observar un caso que es paradigmático para explicar el proceso clientelar: el diputado Sergio “Chello” Gálvez, ex Partido Revolucionario Democrático (PRD) y hoy CD. Un dirigente de arrabal que abrió el camino y les mostró a todos cómo se hace para mantenerse como él, más de 20 años en la Asamblea.

En sus inicios, el origen del dinero fue muy claro: quienes lo conocen en El Chorrillo recuerdan que fue la persona que hizo de nexo entre los damnificados de El Chorrillo y el ejército de Estados Unidos (EE.UU.) en los días posteriores a la invasión. El propio Gálvez lo reconoció.

El diputado Benicio Robinson, presidente de la Comisión de Presupuesto de la Asamblea Nacional. | Foto: Asamblea Nacional

Allí aprendió el oficio: decidía quién recibía y quién no y fue entonces cuando construyó el imperio que más de 30 años después sigue en pie en este circuito. Favores a cambio de respaldo. No importan las ideas, no importa a qué partido represente porque ha militado en casi todos: Movimiento Revolucionario 14 de Junio (MR-14), Partido Nacionalista Popular, Panameñista Auténtico, PRD y ahora CD. Es su control del territorio lo que lo hace invulnerable. Gálvez no tiene prejuicios en decir que como diputado no asiste a las sesiones de la Asamblea, porque “las leyes no sirven para resolver las necesidades del pueblo”.

El caso de Gálvez es similar al del diputado Benicio Robinson, hoy presidente del PRD y de la Comisión de Presupuesto de la Asamblea, en Bocas del Toro. También al caso de su copartidario Raúl “Pistola” Pineda en San Miguelito. Y muchos otros.

Si se le pregunta a cualquiera de ellos de dónde consiguen sus recursos, no se inmutan. Responden como lo haría Bill Gates, como un filántropo: es dinero privado que decidieron donar para el bien de su prójimo. Aunque entraron limpios a la Asamblea, tiempo después tienen dinero para regalar.

Primero lo nuestro

La pregunta del millón es: ¿De dónde sale todo ese dinero que se canaliza oscuramente desde los políticos hacia la población, que en su necesidad cierra los ojos y extiende la mano?

La respuesta a esta pregunta es imposible de responder.

En el presupuesto de la Asamblea no hay un solo dólar destinado a ayuda social. Y ni el presupuesto nacional ni Contraloría registran ese dinero. El diputado independiente Juan Diego Vásquez suelta una carcajada después de escuchar la pregunta: “Eres muy inocente si piensas que lo vas a encontrar en los presupuestos. Es todo dinero negro. Todo está construido para que nadie lo sepa.

“Es tal la discrecionalidad del gasto, las trampas al sistema y la falta de control, que yo creo que ni siquiera el presidente de la Asamblea tiene la respuesta”, se suma la exprocuradora Ana Matilde Gómez. “Si la Contraloría funcionara bien, allí deberían saberlo, pero hace tiempo que ese no es el caso”, agrega el excontralor José Chen Barría.

Una manera de analizar el crecimiento de músculo político de la Asamblea es mirar la curva de crecimiento del presupuesto del Estado.

El órgano legislativo logró duplicar su presupuesto en los últimos cinco años: en 2017 tenían 75 millones mientras que para 2023 alcanzará los 150 millones, el más alto de la historia.

En ese mismo lapso, Panamá entró en recesión -el PBI se redujo un 20% durante la pandemia-, se disparó el desempleo al 18% en 2020, se desplomó la inversión extranjera y la deuda externa creció un 25%. Igual los diputados pidieron 206 millones para el 2023, pero tuvieron que contentarse con un aumento a 150. A otras dependencias les fue peor.

El Ministerio de Educación (Meduca) solicitó para el próximo año $570.8 millones para inversión, pero el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) se lo recortó a menos de la mitad: $208.6 millones. El Ministerio de Salud (Minsa) reclamó $3,542.2 millones y el MEF lo redujo a $2,564.1 millones, lo que significó un recorte de casi el 30%. El Hospital Oncológico pidió $80 millones y tendrá que funcionar con $60.

Para mostrar cierta sensibilidad, la Asamblea emitió una resolución, la número 67 de 13 de octubre de 2022, en la que pidió aumentar los presupuestos de algunas instituciones. No dan puntada sin hilo: de paso también solicitó que les den a los diputados los 56.8 millones que el gobierno planeaba recortarles y llevar el presupuesto a los 200 millones. La decisión está en proceso.

*Este reportaje forma parte del especial donde Guido Bilbao analiza cómo los diputados secuestraron la democracia y redujeron la política al '¿Qué hay pa’ mí?'. Puedes leer la segunda entrega aquí y la tercera aquí.

COMPARTIR EN REDES SOCIALES:

About the author

Fue periodista de La Prensa, La Estrella y el País de España. Sus crónicas fueron compiladas en Argentina, España y Alemania. Fue director de los documentales ‘Es Hora de Enamorarse’ y ‘La Fábula’. Ganó cinco premios Nacionales del Forum de Periodistas. Tiene dos hijas panameñas.  Actualmente es becario del Pulitzer Center y dirige documentales para la cadena Al Jazeera.

Guido Bilbao
Guido Bilbao
Fue periodista de La Prensa, La Estrella y el País de España. Sus crónicas fueron compiladas en Argentina, España y Alemania. Fue director de los documentales ‘Es Hora de Enamorarse’ y ‘La Fábula’. Ganó cinco premios Nacionales del Forum de Periodistas. Tiene dos hijas panameñas.  Actualmente es becario del Pulitzer Center y dirige documentales para la cadena Al Jazeera.