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Los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres panameñas quedaron olvidados durante la pandemia: el Gobierno no tomó acciones, ni emitió un sólo comunicado con perspectiva de género durante el 2020. El reclamo de una mujer porque las bolsas de ayuda no incluían toallitas higiénicas, avivó la discusión. ¿Por qué en Panamá la menstruación es un tema tabú?

En medio de una protesta de las tantas que explotaron a lo largo y ancho del país por la escasa ayuda que el gobierno les dio a sus ciudadanos para sobrellevar el confinamiento en 2020, una mujer dijo ante las cámaras:

Las bolsas de ayuda no traen Kotex.

Fue una frase inocente, dicha desde la necesidad. Y sin embargo, se convirtió en el disparador de una discusión pública que habla sobre las profundas desigualdades y limitaciones que tienen las mujeres en nuestra sociedad. Sobre cómo decir que una toallita femenina es un producto de primera necesidad, puede convertirse en un escándalo nacional.

¡Espero no le llegue una bolsa más a este parásito del estado!”, se quejó Karim Lasso en Twitter. “Hey el gobierno no tiene por qué darte Kotex, si eso es algo mensual, que le pida al marido”, comentó la usuaria Genesis Wilkins en Facebook. Otro usuario fue más allá: “Digan que quieren un carro último modelo, pedazo de imbéciles”. La cantidad de insultos en las publicaciones de redes sociales fue intensa y extensa. Aún en el siglo XXI, menstruar sigue considerándose un asunto doméstico y hasta tabú, conceptualizado como algo asqueroso, algo que debe ocultarse y que si se ve, se transforma en algo vergonzoso. Pues, la edad media terminó. Es hora de que algunos comiencen a entenderlo.

A veces una debe escoger entre un paquete de Kotex o una libra de arroz—, dice Yoli.

Es un viernes de junio pandémico en Chepo y Yoli —morena, 25 años— recibe donaciones de toallas sanitarias en su casa en un asentamiento informal de Vía Melo. La entrega la hace un colectivo feminista llamado palabraspoderosxs, que las llevó hasta allá desde la capital después de las protestas.

Tengo tres meses sin trabajar, he tenido que ingeniármelas —dice Yoli—. Vendí duros, arroz con leche, pero me cuesta salir de la comunidad porque no tengo para el pasaje.

Yoli está agradecida. Las toallitas las necesita si o sí pero entre toallitas o comida, comprará comida. Por eso palabraspoderosxs pensó en ellas como algo tan necesario como un producto de necesidad básica. Y, también por eso, los kits de higiene menstrual además de toallas sanitarias, incluían papel higiénico y jabón de baño.

El colectivo palabraspoderosx es una agrupación que nació como un Ciclo de Lectura Feminista a inicios de 2020. De inmediato, por la urgente necesidad en temas de salud sexual y reproductiva durante la pandemia, organizó recolectas de toallas sanitarias y otros productos para higiene menstrual. Ahora, además, creó un fanzine para educar sobre salud menstrual, que venden para obtener fondos y llevar talleres y copas menstruales a comunidades precarizadas. Movidas por esa idea compartir conocimientos a las mujeres y promover la autonomía de los cuerpos, entre junio y agosto de 2020 entregaron más de 500 kits. Cada uno de ellos cuesta cinco dólares: la comida del día para muchas familias.

Además de a Vía Melo, palabraspoderosx llegó a Chichibre, el 4 de julio de 2020. Allí notaron que la sospecha era obvio: las necesidades son rampantes y las mujeres dejan para lo último las propias e imprescindibles.

Durante una de las entregas llegó de un camión cisterna con agua potable, tras 15 días sin agua en la comunidad —dice Ángela, una de las voluntarias, la voz entre el enojo y el desconcierto—. ¿Cómo estas mujeres pueden tener una menstruación digna si ni siquiera tienen agua?

El colectivo feminista palabraspoderosxs repartió toallas sanitarias durante la pandemia.

A la falta de instalaciones higiénicas para cambiarse y manejar adecuadamente los residuos, se suma el impuesto del 7 por ciento sobre del valor de los productos de higiene menstrual — encarecen algo esencial— y la falta de información y educación, que convierten un tema de salud como la menstruación en un tema tabú. En ese contexto, muchas mujeres prefieran callar al momento de experimentar molestias y hasta enfermedades, por el temor a ser juzgadas.

No pasa sólo en Panamá: el mundo está plagado de mitos que estigmatizan la menstruación y que dificultan la vida de las mujeres y de las niñas. En India, las mujeres no comen con la familia cuando menstrúan; en Nepal, son expulsadas de sus casas cada vez que tienen la regla y en Japón, está rodeada de supersticiones, como repasa un reportaje del periódico El País de España. No pasa sólo en Panamá, pero pasa aquí también: un tema de salud femenina se convierte en una discusión sin ton ni razón pese a que el país reconoció los derechos sexuales y reproductivos como un derecho humano fundamental 42 años atrás.

En 1979, el país adhirió a la Convención sobre la eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer y luego, en 1994, firmó la resolución de la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo (CIPD), con otros 179 países. El país con eso se obligó a sí mismo a garantizar las condiciones que permitan el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos, pero aquí las toallitas higiénicas —eso que necesitan las millones de mujeres del país todos los meses, cada vez, sólo por ser mujeres— no están consideradas producto de primera necesidad: no están en los bolsones que reparte el Gobierno, ni en los programas del Ministerio de Desarrollo, ni en la canasta básica. Tampoco hay, ni hubo durante la pandemia, un plan eficiente para garantizar la salud femenina.

Una de cada tres mujeres en Panamá dejó de ir al ginecólogo durante el confinamiento, de acuerdo a las estadísticas reportadas por la Asociación Panameña para el Planeamiento de la Familia (Aplafa). Volcados a mitigar los estragos del Covid-19, la reacción del Estado fue frenar los contagios y ordenó el confinamiento en marzo 2020. Fue así como la atención prenatal o ginecológica pasó a segunda orden.

“El cierre temporal o las limitaciones del servicio de atención de salud, sumado al miedo al contagio al acudir a la consulta de control prenatal y ginecológica, retrasaron los controles de embarazo y las visitas a los especialistas”, dice la ginecóloga Ruth De León —también obstetra, miembro de la Sociedad Panameña de Obstetricia y Ginecología y Punto Focal del Proyecto Safe Abortion Advocacy Project (SAAP) de esta sociedad. —. Y, si bien esto afectó a todas las mujeres adolescentes y adultas, fue peor para las más vulnerables dentro de un grupo ya vulnerable: “Las mujeres de escasos recursos y nivel socioeducativo bajo”, dice De León.

En esta coyuntura, crece la preocupación por la falta de articulación de respuestas con perspectiva de género desde el Estado en la planificación de políticas públicas. Por distintas razones. En el caso de la pandemia, por un lado vulneró los derechos de las personas trans, otro tema que viola directamente derechos sexuales y reproductivos. Por otro, generaron consecuencias sociales que acrecientan las desigualdades existentes: muchas mujeres quedaron encerradas con quienes las violentan, sin posibilidad de alguna de zafar de esa situación, sin contención y sin políticas de asistencia. Así, las brechas en temas como acceso y eficacia de la justicia, la distribución y reconocimiento de los trabajos de cuidado, y la creciente violencia de género y abusos sexuales, se intensificaron.

A falta de educación sexual y salud reproductiva, feministas de Panamá organizan talleres y encuentros.

Las cifras registradas por el Ministerio Publico muestran una disminución del 30 por ciento en las denuncias de delitos relacionados con abuso sexual durante los meses de marzo a junio, en comparación con años anteriores”, dice Eusebia Chevy Solis, experta en capacitación en género, atención a víctimas de violencia de género y economía feminista. ¿Esto significa que hubo menos violencia? No necesariamente: “A medida que se restringe la movilidad, se restringe la posibilidad de la denuncia —dice Solís—. No es que el delito, la agresión y la violencia haya disminuidos, es que no se denuncia porque las mujeres también perdieron esa posibilidad”. ¿Quién tomaría el teléfono delante de su agresor para denunciarlo?

En nuestra región, varios países entendieron que con la expansión del Covid-19 y la retirada a los hogares, muchas mujeres corrían riesgos. Por eso tomaron medidas. En Argentina, abrieron tres líneas de atención las 24 horas, todos los días, una oficina de Violencia Doméstica en la Justicia y hoteles para poder dar asilo a los casos de alto riesgo. Colombia, lo mismo: recursos para cuidar a las mujeres en situación de violencia doméstica. Uruguay, otro tanto: protocolo de detección de casos, ampliación de cupos en los centros para madres que, por disposición de la Justicia, debían abandonar sus hogares. Y la lista sigue con Chile, Cuba, México.

El aumento de la violencia de género, doméstica y sexual, trae consigo embarazos no deseados. La Organización Mundial de la Salud prevé aproximadamente 7 millones de embarazos no planeados. En Panamá, en los primeros tres meses del año 2020 hubo 2,652 embarazos adolescentes. La mayoría de los casos se concentró, también, en las zonas más pobres: el 38,2 por ciento de los casos fueron de la comarca Ngäbe Buglé. Es donde más casos hay, pero también donde más mueren las mujeres, adolescentes y bebés: el 40.9 por ciento de muertes materno-infantil se concentra allí.

La combinación de falta de atención prenatal y altas cifras de embarazos adolescentes, produce muertes: Panamá tiene una tasa de mortalidad materna de 15,1 por ciento, situándolo como el país con tasa más alta en la región.

Parir en pandemia fue una odisea —dice Lourdes, que dio a luz en medio del confinamiento con atención prenatal pero experimentó un parto complicado—. Después de cinco horas de labor, tuve que parir con la mascarilla puesta. Luego de tres horas de espera me llevaron a la sala de recobro, donde no tenia ropa limpia para mí ni mi bebé. Por protocolo de bioseguridad pasaron horas hasta poder recibir mi equipaje.

¿Y las toallitas sanitarias? Países como Escocia, aún durante la pandemia, trabajaron en leyes para garantizar el acceso a los productos de higiene y contribuir a eliminar la pobreza menstrual: eso que ocurre cuando personas de bajos ingresos no pueden pagar o acceder a productos adecuados para la menstruación. Ahora las instituciones deben garantizar su acceso gratuito a cualquiera que lo necesite, uniéndose así a otros países que han eliminado o reducido los impuestos sobre ellos, como Colombia, Canadá, varios estados de Estados Unidos y Nueva Zelanda.

Este tipo de iniciativas en Panamá no se discuten. Pese a los esfuerzos de organizaciones privadas y sociales por darle visibilidad a la pobreza menstrual, aún no existen campañas gubernamentales o acciones.

La preocupación de muchas de estas mujeres va más allá de poder acceder a servicios de atención de salud médica durante sus embarazos, o asesorarse en métodos de planificación familiar y anticoncepción. Son desigualdades que están íntimamente vinculadas a temas que el Estado por años ha ignorado como la pobreza, la violencia, el desempleo y la falta de oportunidades en igualdad de condiciones y, por supuesto, el poco o inexistente interés por legislar con perspectiva de género. El gobierno de Panamá durante nueve meses de pandemia no dio ningún comunicado refiriéndose a la salud sexual y reproductiva de las mujeres, ni de la falta de productos de higiene menstrual en las bolsas solidarias.

Las toallas sanitarias de palabraspoderosxs durarían sólo uno o dos períodos, pero avivarían la visibilidad. Ahora el colectivo se unió junto a Freefrom Ctrl para diseñar el sinvergüenza zine: un fanzine sobre salud menstrual y gestión de higiene menstrual, que derriba mitos y que con su venta recolectaron fondos suficientes para llevar el primer taller de salud e higiene menstrual a 15 niñas y adolescentes de la comunidad de La Victoria en Veracruz. Porque, como dio a entender la mujer frente a las cámaras al inicio de la pandemia cuando recibió su bolsa de asistencia, la higiene menstrual es una necesidad básica y no debería ser un lujo.

* Esta historia fue editada por Guido Bilbao en el marco del taller Pensar el futuro/Contar Panamá, de Concolón en alianza con Ciudad del Saber, CREHO, PNUD Panamá y CIEPS.

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About the author

Abogada y activista feminista, desde hace años Claudia Vidal está interesada en que los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres se garanticen. En enero de 2020 fundó un colectivo para eso: palabraspoderosxs. Desde entonces, incomoda hablando y escribiendo sobre un tema tabú: la menstruación.

Claudia Vidal
Claudia Vidal
Abogada y activista feminista, desde hace años Claudia Vidal está interesada en que los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres se garanticen. En enero de 2020 fundó un colectivo para eso: palabraspoderosxs. Desde entonces, incomoda hablando y escribiendo sobre un tema tabú: la menstruación.