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Educar en pandemia, la patriada de los maestros

En 2021, la educación en escuelas oficiales será igual que en 2020: a distancia y online en todo el país. Lo mismo para pueblos perdidos con poca circulación de Covid-19, como para ciudades con los índices más altos de contagio. Con ese modelo, 47 mil niños, niñas y adolescentes perdieron el año por completo: se cayeron del sistema. ¿Qué significa ir a la escuela pública en Panamá durante la pandemia?

Era un miércoles de noviembre de 2020. La pandemia estaba en pleno auge y Patricia desplegaba la rutina repetida desde hacía cuatro meses, cada día, a las 7.30 a.m. en la sala de su casa en el barrio Carrasquilla de la ciudad de Panamá: mover las sillas para hacer espacio en la sala —un cuadrado comparto de paredes claras—, colocar la laptop en diagonal a las ventanas para que no la encandile el sol, acomodar frente a ella una libreta electrónica negra en la mesa en la que pre-pandemia solía desayunar, asegurar que en la pantalla no se viera su pantalón corto, decir: “Buenos días chicos”.

Entonces, los 30 estudiantes —la voz cansada de sueño o de hastío—, respondían: “Hola profe”, “Quiubo”, “Buenos días”. En total eran 120 alumnos de una escuela oficial de la capital los que entraban al apartamento de Patricia desde el mes de julio para aprender matemáticas. Y, aunque ella no lo sabía entonces, así será también en 2021: el Ministerio de Educación mantendrá la modalidad virtual.

Patricia es una de los miles de docentes de escuelas oficiales que en Panamá convirtieron sus salas en aulas y para los cuales asumir la continuidad educativa durante la pandemia fue una hazaña. Primero, la conectividad les salió cara: la computadora de Patricia no soportaba los programas que habilitó Meduca, así que invirtió más de la mitad de su sueldo mensual en una nueva. Después, tuvieron que aprender a usar un programa que jamás habían usado. Y, finalmente, lo más difícil: dar con los alumnos desconectados, buscarlos con la desesperación de quien sabe lo que está en juego, y traerlos al aula virtual contra todo —la falta de acceso a internet, de una computadora o un celular—. Todo eso sin orientación ni estrategia o protocolo oficial.

En zonas comarcales, rurales y suburbanas, el esfuerzo de los educadores fue todavía mayor: no cuentan ni con servicios básicos como electricidad. Pese a la evidencia, el Gobierno mantuvo la modalidad digital también en esos lugares en vez de idear alguna alternativa presencial con, por ejemplo, apertura y cierres temporales cuando se registran brotes o modalidades híbridas, como hicieron países como Argentina, Guatemala, Nicaragua y hasta Venezuela. En la capital, donde Patricia enseña, la cosa es más liviana. Igual, dice: “Creo que no es lo mismo dar clases de lejos, pero espero que todo salga bien”. Dar clases, en 2021, también parece un acto de fe.

*

¿Qué significa ir a la escuela pública en Panamá durante la pandemia? Las respuestas son tan distintas que es difícil decir que somos una sola nación. Sin embargo, hubo —y hay— medidas iguales y problemas comunes.

La principal: para todo el territorio del país el Meduca estableció educación a distancia y online. A dos días de que se detectara el primer caso de contagio y al siguiente de la primera muerte por el virus —del director de la escuela Monseñor Francisco Beckman, un día después—, la ministra de educación Maruja Gorday de Villalobos anunció el cierre temporal de todas las escuelas hasta nuevo aviso. Lo mismo para los pueblos perdidos sin un caso confirmado, como la ciudad capital y Panamá Oeste, con los índices más altos de contagio. Lo temporal se volvió la nueva normalidad y cientos de miles de estudiantes a nivel nacional no volvieron a las aulas. Aún no hay fecha de regreso.

Para los colegios privados fue distinto: durante los tres meses siguientes a la medida, mientras los estudiantes de las oficiales estaban en un limbo, los de las particulares sostuvieron el contacto con las docentes mediante sistemas integrados de educación virtual. Así hasta julio, cuando el Meduca anunció que implementarían plataformas virtuales a partir del día 20.

El problema más sobresaliente a partir de ahí, fue no poder dar con los estudiantes. Al final del calendario escolar, en diciembre, el Meduca reportaba 47 mil niños, niñas y adolescentes del país no localizados que perdieron el año por completo: se cayeron del sistema. Tal vez fueron más: el número fue variando a lo largo del año.

Al final del calendario escolar, en diciembre de 2020, el Meduca reportaba 47 mil niños, niñas y adolescentes del país que perdieron el año escolar. | Foto: Román Dibulet.

En agosto de 2020, un mes después de retomado el año escolar, había 68 mil estudiantes sin contactar. Para ese entonces, la Red de Reinserción y Retención Escolar comenzó un esfuerzo para llegar a los estudiantes en las áreas más alejadas a la capital. A finales de octubre encontraron 10 mil, ¿dónde estaban los que faltaban? Principalmente en las Comarcas Ngäbe Buglé y Emberá, y en áreas de Panamá Oeste de difícil acceso. Los grados más afectados: primero, segundo y séptimo grado. Niños de 6 y 7 años que por meses no habían oído del sistema educativo que debía enseñarles a leer y escribir. Durante el último trimestre del año se localizaron a otros 10 mil estudiantes.

¿Qué significa que te localice el Meduca? ¿Quiere decir que se garantizó a esos miles de 10 miles el acceso a internet, luz eléctrica y laptop? No exactamente. Hay más de 500 mil estudiantes del sistema oficial para quienes las clases virtuales no fueron, ni serán, posibles: aprenden por televisión, radio o a través de módulos. Dime dónde naces y te diré qué educación recibes. O si la recibes.

¿Cómo dieron con los que fueron recuperando? ¿Fue un esfuerzo coordinado desde la institucionalidad? Tampoco. Con poca orientación del gobierno nacional, incluso en la capital y en lugares donde hay conexión, la hazaña la asumieron docentes como Patricia. Uno por uno Patricia buscó en los registros escolares los números de los padres o de los propios estudiantes. Si no lograba dar con ellos, preguntaba a otros estudiantes. Así llegó a los 33 estudiantes que ese miércoles de noviembre asistieron a los 45 minutos de clase.

En zonas suburbanas, también fueron los docentes, en soledad, quienes coordinaron los esfuerzos.

*

Elsie es una de ellas. Es una mujer enérgica de 26 años y maestra del sistema oficial que ostenta el récord de no haber pisado jamás un aula: la nombraron en abril de 2020, cuando el año escolar estaba suspendido.

La clases, entonces, las dictó como pudo. En El Jordanal, la comunidad en Capira a los bordes del Río Indio donde fue asignada, no hay internet ni luz ni agua a ciertas horas del día. Así que ninguno de los 80 alumnos a su cargo podía asistir al aula virtual diseñada por el Meduca.

Esa experiencia me hizo comenzar a cuestionar las realidad del sistema que tenemos y le ofrecemos a nuestros niños —dijo una mañana de noviembre, desde el sitio verde y húmedo que conoció el año pasado—. Vi que en Panamá había escuelas rancho y mucha necesidad.

En Panamá, el país del Canal y los bancos, hay 800 escuelas ranchos y más de mil escuelas no tienen agua. A Elsie, que siempre vivió en la ciudad, le tocó aterrizar en uno de esos sitios muy distintos de las postales de edificios espejados que vende el país para mostrar desarrollo.

¡Nunca había visto tanto culantro en mi vida! —dijo.

Sin tampoco nunca haber visto a los 80 estudiantes, se las ideó para sacar adelante clases de inglés, publicidad, administración y de gestión empresarial. La solución que ideó Meduca para sitios como El Jordanal, fueron los módulos: educación a distancia pero en vez de usar la pantalla, usaban un compendio de hojas que abarcan todo un trimestre de material. Elsie lo armaba en la casa de la capital donde vive, luego lo enviaba por email al director de la escuela para que lo imprimiera y los alumnos pudieran buscarlo. Ellos lo completaban y volvían a la escuela a dejarlo, para que lo enviaran otra vez a Elsie, para corregirlos. Consciente de que para los niños es importante tener contacto con sus maestras y que eso era imposible, en el primer módulo Elsie agregó una página para que se presentaran.

Yo no sabía nada de ellos y era horrible —dijo la tarde en noviembre—, así que les pedí que me contaran cuál es su color favorito, el nombre de sus padres y qué les gusta hacer en su tiempo libre. Quería conocerlos, sentía que era importante.

¿Puede un compendio de 15 páginas impresas cargar con todo lo que pasa dentro de un aula de clases en una situación normal? Elsie cree que no —¿cómo enseñar emprendimiento, liderazgo, compromiso, cooperación, a través de módulos?—, pero no dejó de intentarlo. Con el inglés también fue complicado.

El currículum de inglés establece que aprendan a leer y pronunciar dragonfruit —dice con una risa incrédula—. ¡Nunca han visto un dragonfruit en su vida! Yo les enseñé a decir culantro.

*

El miércoles 2 de diciembre de 2020 en la mañana, la ministra de Educación, Maruja Gorday de Villalobos, dijo en una entrevista en el programa de radio Infoanálisis: “Nuestro sistema expulsa al estudiante de la escuela. El esfuerzo que hacemos en la primaria, de obtener un 90 por ciento de cobertura, va cayendo drásticamente”.

El Meduca no tiene muy claro cómo la pandemia afectará los ya alarmantes índices de deserción escolar que se viven en Panamá año tras año. Tampoco ideas para evitar la caída drástica durante 2021.

“Nuestro sistema expulsa al estudiante de la escuela”, dijo la ministra de Educación, Maruja Gorday de Villalobos en Infoanálisis.

¿Por qué en Panamá, aún con un presupuesto mucho más elevado que en países de la región, la educación cae en picada? ¿Sabemos siquiera cuáles son los problemas que hay que solucionar?

El problema educativo en Panamá está sobrediagnosticado”, dijo la catedrática y docente Ileana Golcher, que contabilizó 21 informes sobre la situación de la educación en los últimos años. En ellos mencionan un curriculum desactualizado, poca planificación, mala preparación docente, escasa evaluación estudiantil y la falta de voluntad política para cambiar eso.

Hay diagnóstico y hay presupuesto, ¿entonces?

La analista en educación Nivia Castrellón cree que es la falta de seguimiento y evaluación: “No tenemos idea de cómo funciona lo que se hace”, dijo. Enseguida agregó: las decisiones educativas de las últimas décadas se hicieron por percepción, no por probada necesidad, cuando las políticas públicas basadas en data real y actualizada son las únicas que van a funcionar. La conectividad, el problema de moda, es el ejemplo perfecto.

En la administración de Martín Torrijos (2004-2009) se entregaron computadoras a estudiantes de duodécimo grado para que los estudiantes de las escuelas oficiales pudieran acceder a una. Pero, ¿tenían cómo conectarse a ellas? ¿Alguien les enseñaría a usarlas? No. “Ahí vimos que los fierros no son suficientes”, dijo Castrellón.

El siguiente gobierno, de Ricardo Martinelli, hizo alarde de las millonarias inversiones en infraestructura pública y la inversión en conectividad. También de Internet para todos. Resulta que con decirlo no logró que el Wi-Fi cayera como la lluvia por todo Panamá. En la práctica, fue internet para los que ya tenían internet: áreas urbanas donde había señal de celular, donde había más poder adquisitivo y donde ya se tenía la tecnología al alcance. El todos no parecía incluir a las áreas alejadas, rurales, desconectadas.

Luego, en 2014, llegó Varela. Nada fue muy diferente: la educación siguió con evidentes carencias. Inauguraron escuelas en distintas provincias del país con millonarias inversiones en infraestructura física y digital. Si bien los estudiantes de media y premedia en provincias como Herrera, Veragua y Los Santos tenían nuevas aulas, no hay conectividad entre sus casas y las escuelas.

Los problemas de la educación están claros: poca planificación, falta de evaluación y de voluntad política para cambiar. | Foto: Román Dibulet.

El problema de la conectividad, como muchos otros, demostró ser una situación que debía afrontarse de forma interinstitucional, con distintos frentes trabajando a la par. Castrellón cree que debe hacerse a través del Compromiso Nacional por la Educación, firmado como ley de la República a finales de 2018. También desde allí impulsar la descentralización, para tener un sistema adecuado a las realidades locales del país. La Ley Integral de Educación, que data de 1942, funcionaba cuando en el país había 100 mil estudiantes y estaban centralizados.

Un país que determina su calendario escolar dependiendo de cuándo caiga el carnaval claramente establece mal sus prioridades”, dijo Castrellón.

¿Hay oportunidad de mejorar? ¿Cómo puede uno de los países más ricos de latinoamérica asegurar educación de calidad para sus niños, niñas y adolescentes? ¿Cómo puede retenerlos en el sistema? “Sí vamos a determinar dónde se va a fraguar el futuro del país, va a ser en las aulas de clase”, dijo Castrellón. “Se tiene que cambiar todo”, apuesta Golcher. La ministra Gorday de Villalobos habla de una “transformación curricular de la formación docente”.

*

Yo no he aprendido nada —dice Ester, del otro lado del teléfono una tarde de noviembre de 2020 luego de terminar de dar una charla en su clase virtual de español. Absolutamente nada.

Ester acaba de egresar de una secundaria de Arraiján con 17 años. Durante el año pasado, justo el último de ella en la escuela, pasó los primeros meses en que el Meduca suspendió las clases como una larga vacación. Después, se aburrió.

En julio, le tocó retomar las clases, luego de meses de silencio. A diferencia de varios de sus compañeros, Ester pudo asistir a las clases porque tiene conexión y una computadora sin cámara ni micrófono, pero que le permite ver y escuchar. Hoy es una de las 30 mil graduandas que según la ministra Gorday de Villalobos lograron culminar su último año: poco más de la mitad de los estudiantes avanzan más allá del 3er año. Y será del flaco 20 por ciento que logra ingresar a la universidad. Con mucho esfuerzo, espera llegar a ser del 10 por ciento que la termina. Antes tendrá que trabajar un año para ahorrar y poder pagarlo.

*

En el primer trimestre del 2021 las clases serán igual: “modalidad a distancia” y sin fecha de regreso al aula.

Niños en la comarca se sentarán alrededor de un televisor o una radio para recibir cápsulas informativas que buscan sustituir un aula. Otros, recogerán sus módulos para el trimestre y lo llenarán en su propio tiempo, sin profesora para pedir ayuda o responder preguntas. Más de 100 mil estudiantes de escuelas oficiales se conectarán a través de plataformas virtuales, asumiendo los costos tecnológicos que eso implica.

En todo este tiempo no ha habido un recuento oficial de cuántos estudiantes panameños asisten a la escuela a través de una u otra modalidad. Tampoco hubo evaluaciones de la situación de los estudiantes, las habilidades que adquirieron y lo que aprendieron, aunque es evidente que muchos estudiantes que aprenden a distancia se están rezagando.

Lo que es probable es que los mismos de siempre no vean a sus compañeros de clases ni a sus maestros hasta bien entrado el año, sin respuestas institucionales para su contención. “Es un año que les seguirá pasando factura a los niños”, dice la psicoanalista de niños Susana De León.

La infancia, sabemos, no está protegida en Panamá.

* Esta historia fue editada en el marco del taller Pensar el futuro/Contar Panamá, de Concolón en alianza con Ciudad del Saber, CREHO, PNUD Panamá y CIEPS.

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About the author

Periodista investigativa en La Prensa, Dalia encontró en el periodismo un mecanismo para entender y avivar el debate público sobre el país. Cuando entró al periódico hace 3 años, empezó a cubrir política y aprendió, entre mucho, algo fundamental: el Estado panameño necesita de mucho esfuerzo y trabajo para aprovechar su potencial. También que la desigualdad y la desconexión entre las clases gobernantes y la realidad de la población, particularmente los más vulnerables, son rampantes. Para Concolón, metió las patas en esos márgenes para contarlos.

Dalia Pichel
Dalia Pichel
Periodista investigativa en La Prensa, Dalia encontró en el periodismo un mecanismo para entender y avivar el debate público sobre el país. Cuando entró al periódico hace 3 años, empezó a cubrir política y aprendió, entre mucho, algo fundamental: el Estado panameño necesita de mucho esfuerzo y trabajo para aprovechar su potencial. También que la desigualdad y la desconexión entre las clases gobernantes y la realidad de la población, particularmente los más vulnerables, son rampantes. Para Concolón, metió las patas en esos márgenes para contarlos.