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Pandemia en Panamá: exclusión, desigualdad y discusiones ausentes

Los virus son hechos naturales, pero las pandemias son fenómenos sociales y políticos. ¿Cómo reaccionó el Estado en Panamá ante la irrupción del virus? ¿Cómo gestiona la crisis? ¿Cómo la interpretó el gobierno y los partidos que se identifican, ya sea en simbología o programa, con las derechas o las izquierdas?

La portada de la primera edición del Leviatán de Hobbes fue mítica y fundacional: dos médicos errantes caminan por una ciudad vaciada por la peste negra. Simbolizan la inclusión de la salud pública como un factor clave de la soberanía y protección interna de los Estados y nos recuerdan algo clave: un virus es un hecho natural, pero las pandemias son fenómenos sociales y políticos.

La historia demuestra que las pandemias son puntos de inflexión política y que, en las crisis que generan, las discusiones centrales pasaron, como pasan ahora, sobre cómo una sociedad reparte lo que produce: el who gets what. Desde la peste negra en 1348 y los brotes de cólera medio milenio después, hasta las pandemias de los siglos XX y XXI. La primera, cuya imagen captó Hobbes en la portada de su libro, provocó reacciones de los Estados que pusieron relevancia sobre la necesidad de acción en temas como los cierres de fronteras por cuestiones sanitarias y la emisión de certificados de salud que funcionaban como pasaporte, entre otras cosas.

La irrupción del Covid-19 también viene a poner en evidencia el papel de los Estados en el manejo de la gestión pública, por su ausencia o por su respuesta activa: por sus deudas o sus aciertos. ¿Cómo reaccionó el Estado en Panamá ante la irrupción del virus? ¿Cómo gestiona la crisis? ¿Cómo la interpretó el gobierno y los partidos que se identifican, ya sea en simbología o programa, con las derechas o las izquierdas?

En Panamá, a esta altura hemos entendido que el Covid-19 no es un “gran igualador”, como se decía al inicio. Al contrario, es un gran amplificador de las desigualdades previamente existentes. Esa discusión, sin embargo, no está en el centro de la portada actual de las narrativas dominantes de la pandemia. En el Leviatán del paraíso tropical, por lo menos hasta ahora, la imagen central es otra. Hay un conflicto evidente y una discusión pendiente, ¿podrá integrarse y canalizarse en la política programática?

Desde la naturaleza del trabajo y las rentas básicas universales, hasta los méritos y deméritos de las lógicas públicas y privadas, la pandemia se ha vuelto un espacio para interrogar las presuposiciones dominantes sobre la sociedad y la economía. La discusión se vuelve urgente y requiere posiciones programáticas e ideológicas claras por parte los actores políticos: élites y partidos, movimientos sociales y grupos de interés.

Otra versión de postada del libro de Hobbes resalta la figura del Leviatán, que somete al pueblo a su poder.

La posición sobre la igualdad es uno de los temas que tradicionalmente separa a la izquierda de la derecha. Mientras la izquierda se manifiesta como una posición política que tiene en su centro la idea de que las principales desigualdades entre las personas son socialmente construidas o artificiales y, por consiguiente, deben ser minimizadas o resueltas por una intervención activa del Estado; la derecha se posiciona con la idea de que las principales desigualdades son naturales y esto las ubica fuera del alcance y competencia del Estado. Aquí, las posiciones de izquierda no encuentran forma de canalizarse políticamente.

En uno de los diez países más desiguales del mundo, no ha logrado consolidarse la izquierda electoral. ¿Qué pasó para que esa sea una de las características distintivas del sistema de partidos?

La respuesta es un tema pendiente en la literatura académica, pero podemos resumir esa historia así: desde 1984, incluso antes de la democratización de los noventas, ningún partido de izquierdas ha conseguido escaños en la Asamblea Nacional. Recién 25 años después de la Invasión, para las elecciones generales de 2014, se articularon dos candidaturas, una partidista y una independiente, que podrían caracterizarse como de izquierdas y que presentaron discursos y propuestas programáticamente opuestas a los partidos preexistentes. En las últimas elecciones, la de 2019, el Frente Amplio por la Democracia (FAD) obtuvo el 0.7 por ciento del voto y se extinguió como partido. 

Desde los orígenes del sindicalismo panameño en las primeras décadas del siglo XX, la formación de los partidos Comunista y Socialista en la década del 30, las leyes y represiones anticomunistas durante los inicios de la Guerra Fría, hasta la división de la izquierda frente a la cuestión del régimen militar y la era posinvasión, la izquierda panameña tiene una genealogía interesante, merecedora de un análisis riguroso y serio, que es un ejemplo de un dato clave de nuestra realidad: la falta de variedad en la política programática en Panamá. ¿Debería importarnos que no haya diversidad de miradas e ideas en las instituciones políticas democráticas del país?

El pluralismo y diversidad ideológica son importantes para una democracia porque presenta a la ciudadanía variedad de opciones discursivas y de agendas de temas para hacer sentido de la realidad y de políticas públicas que encaren los problemas y sus soluciones. Permite integrar y agregar los variados intereses que componen una sociedad con las fracturas sociales y económicas que esta región contiene. Si sólo una línea de ideas impone discusión de agenda o prioridades en una crisis, por ejemplo, irremediablemente habrá un amplio sector de la sociedad que quedará sin representación: sin voz, sin consideración del poder, abandonada a su suerte.

Esto ocurre en un contexto en que la ciudadanía panameña está cada vez más ideologizada. Las rondas del Barómetro de las Américas muestran que desde 2004 cada vez más personas se han ido ubicando ideológicamente en el espectro izquierda-derecha. En la última década, más personas se han ido colocando en los costados extremos del espectro: alrededor del 21 por ciento se identifica en el lado izquierdo y el 14 por ciento, del derecho. ¿Qué significa la izquierda y la derecha para estas personas? ¿Quién representa a ese porcentaje de panameños hoy, en la crisis más aguda que conocemos desde la Invasión? ¿Hay políticas que canalicen esas aspiraciones?

Las discusiones sobre las ayudas sociales y las reformas al Código de Trabajo en Panamá, son dos buenos ejemplos. Ambos temas atañen a preocupaciones materiales en medio de una crisis histórica global, con actores sociales relativamente articulados y con posiciones claras pero sin representación en el principal espacio, en teoría, de deliberación democrática: la Asamblea Nacional. Cuando las instituciones formales, como los partidos y la representación legislativa, no procesan ni incorporan los conflictos de la sociedad y, con eso, dejan por fuera de la discusión las posiciones de un porcentaje importante de la sociedad, el camino para esas posiciones es la calle, con un amplio repertorio de acción colectiva. ¿Qué voces, actores e intereses son representados en el sistema político panameño, que vomita estas posiciones pero deglute otras?

La pandemia no ha barrido hacia un lado los problemas subyacentes de Panamá, sino que ha amplificado las contradicciones, desigualdades y conflictos en nuestros países.

Sectores de la sociedad civil afirman que en el confinamiento obligatorio, por ejemplo, no hubo enfoque de derechos humanos: ni contemplación de las diversidades en la medida de cuarentena por sexo, ni del tamaño del trabajo informal en el país —ronda el 50 por ciento—. Igualmente, que la declaración del estado de emergencia, también cuestionada por varios abogados incluso ante la Corte que aún no se ha pronunciado, tiene ganadores y perdedores: que las políticas —y las ayudas— económicas dejaron por fuera a muchos y beneficiaron a pocos. Los sujetos sociales y las ideas que no están incluidas en la gestión de la pandemia son todavía más que esas: la cuestión ecológica, las infraestructuras de cuidado, la violencia de género, las condiciones de vida de las personas privadas de libertad y el rol de la policía en una sociedad democrática.

En la calle, esas posiciones se hicieron oír con marchas y otras formas de reclamo y demanda. Las organizaciones sindicales, colectivos feministas, movimientos universitarios y sociales, cada semana alzaron su voz para poner en circulación las palabras, los temas y las miradas que el sistema político y la política programática excluye.

Frente a los consensos instalados, las crisis son puntos de inflexión que abren el espacio para la reimaginación de los órdenes y relaciones políticas y sociales. Lejos de afirmar que la izquierda tiene todas las respuestas para esta enorme crisis, la diversidad ideológica permite el clima para el debate amplio de las ideas y de visiones distintas para encontrar las soluciones necesarias para los problemas existentes, ya sea en clave de mitigación, reforma o transformación. La democracia no sólo se mide por los consensos que es capaz de generar, sino también por los disensos y conflictos que es capaz de procesar.

La dirección que tomó el Estado, la naturaleza y profundidad de su intervención, la construcción de su legitimidad, fueron los temas trabajados en las páginas siguientes a la mítica portada del Leviatán de Hobbes. ¿Cómo será la portada del libro del Covid-19?

Una de las marchas de protesta en Panamá fue la del 1 de julio hacia la Asamblea Nacional. | Foto: Ana Sofía Camarga.

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About the author

Politólogo panameño, Juan Diego lleva rato obsesionado con las ideas políticas y sus representaciones en los sistemas de los países. Profesor universitario desde 2017, es maestro en Democracia y Política Comparada por la University College London y ha dictado los cursos de Ciencias Políticas y Teoría de la Democracia. Miembro de la Latin American Studies Association (LASA), la International Political Science Association (IPSA) y de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política (Alacip). Para Revista Concolón, reflexionó y escribió sobre las desigualdades y las voces ausentes en las discusiones que impone la pandemia en Panamá.

Juan Diego Alvarado
Juan Diego Alvarado
Politólogo panameño, Juan Diego lleva rato obsesionado con las ideas políticas y sus representaciones en los sistemas de los países. Profesor universitario desde 2017, es maestro en Democracia y Política Comparada por la University College London y ha dictado los cursos de Ciencias Políticas y Teoría de la Democracia. Miembro de la Latin American Studies Association (LASA), la International Political Science Association (IPSA) y de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política (Alacip). Para Revista Concolón, reflexionó y escribió sobre las desigualdades y las voces ausentes en las discusiones que impone la pandemia en Panamá.